domingo, 15 de abril de 2012

UNA ENTREVISTA EMBARAZOSA.

Lord Balehead esperó a la mañana siguiente para hablar con su esposa. Deseaba consultar con la almohada la situación y estar seguro de su determinación y de lo que iba a decirle. Si la gravedad del asunto era cierta, quizás Lady Sarah reaccionase inesperadamente, y en consecuencia quería  mostrar toda la firmeza que una decisión bien madurada conlleva. Cuando Lord Balehead se decantaba por algo, jamás daba ni un paso atrás. Su postura iba a ser inamovible, sin concesiones ni lamentos. 

Lady Sarah acudió al encuentro en las habitaciones privadas de su esposo sin asomo alguno de inquietud. No se esperaba en absoluto lo que allí encontró. Lord Balehead le dio los buenos días con su circunspección habitual y, acto seguido, le soltó a bocajarro: 

-Señora, habéis incumplido una de nuestras reglas mutuamente convenidas. Os anuncio que me obligáis a actuar en consecuencia.  

Tales palabras produjeron en Lady Sarah una salida de tono que su marido jamás se hubiese esperado. Ella soltó una de sus tintineantes carcajadas y, sentándose en un canapé a su lado, expresó: 

-No recuerdo haberos arrojado algo a la cabeza en los últimos tiempos. 

-Señora, os hablo en serio.- carraspeó Lord Balehead, algo confuso- Habéis dado lugar a que se dude de vuestra honra.  

-Hay decenas de personas dispuestas a haceros perder vuestro valioso tiempo con cuitas sobre mi honra.- sonrió Lady Sarah, mientras jugueteaba con uno de sus rizos dorados- Si les dais crédito, os aburrirán con sus chismes de vieja. 

-Ignoro quiénes puedan ser esas decenas de personas. Yo hablo de vuestro hijo.  

Aquello fue como un jarro de agua fría para Lady Sarah. Su hermoso rostro perdió el color y no volvió a decir palabra mientras su marido le explicaba su determinación inamovible.   

-Creo que he sido permisivo con todos y cada uno de vuestros hábitos desde que llegastéis a mi casa. - manifestó Lord Balehead- Si bien, que vuestro hijo acuda escandalizado ante su confesor debido al comportamiento que mantenéis con vuestro primo, no reprimiéndoos en actitudes que llevan a vuestro hijo a equivocaciones sobre lo que debe ser el decoro de una mujer casada... Eso, señora, no puedo consentirlo y, sin más preámbulos os digo que voy a tomar medidas al respecto. Evidentemente, castigaros a vos sería tal como admitiros en la condición de adúltera, y me obligaría a dejaros en manos de la Iglesia. Ya sabéis mi opinión sobre tal institución, y además creo que ya ha tenido demasiada intervención en esta lamentable historia. Por otra parte, os considero demasiado sensata como para no presumiros inocente de todo esto... si bien, de vuestro primo no puedo decir lo mismo. Es de dominio público el afecto que os profesa, y dado que nunca ha manifestado su interés por unirse en matrimonio a ninguna dama, no puedo más que considerarlo peligroso para vos y vuestra honradez. Empero, dado que no ha nacido en Gales, me veo incapaz para juzgarle como uno de mis hombres. He pensado pues que la medida más conveniente, dado el caso, es que le destierre de todos mis dominios y le prohíba cualquier comunicación con vos. 

Destierro. Al escuchar tal palabra, Lady Sarah bajó los ojos y se sintió desfallecer.  "Desterrado", musitó y la palabra en sus labios le supo a tierra de camposanto. 


                             *                                     *                                      *



Mis muy queridos lectores perdonarán mis tan prolongadas ausencias. Pero el reciente desempeño de mis labores por encargo de la excelsa Corte castellana me impide escribir con la frecuencia que desearía. Perdonen a esta cronista por no saber utilizar su tiempo con más acierto.





3 comentarios:

  1. Bellísimo relato, Lady Balehead, bellísimo y muy bien narrado.

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  2. No se preocupe por esas ausencias que manifiesta, querida lady, pues con ello no consigue otra cosa más que la recibamos con mayor anhelo a su vuelta.

    Sabíamos que las palabras del pequeño no podían traer más que problemas a su hermosa- e imprudente- madre y si bien el destierro era uno de los menores males a los que lord Balehead podía someter a su rival, la distancia a que obligaba a los enamorados no resultaba fácil de soportar para un corazón entregado.

    Besos y esperando la siguiente entrega.

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  3. Muchas gracias por vuestra paciencia y fidelidad. Virtudes que hoy en día no abundan
    Un beso.

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