sábado, 21 de abril de 2012

EL ADIÓS DEFINITIVO.

 

Hugo de Clare se tomó su sentencia como todas los acontecimientos que cuajaron su destino: con resignación. Sabía que su resistencia a la decisión de Lord Balehead sólo serviría para enfurecerle y perjudicar a Sarah. Ella se debía a su marido, a su hijo, al nombre que llevaba. Él, en cambio, no tenía nada que perder. Era hijo natural de un noble segundón en la lluviosa Irlanda, no tenía ni patrimonio, ni descendientes, ni oficio reconocido más que su maravillosa voz y su dote extraordinaria con las palabras. Lo mismo daba que su persona vagase por los caminos. A nadie perjudicaba, nada perdía, nada ganaba. Sólo Sarah. Sólo ella. Y Hugo de Clare podía dar gracias al destino que le había permitido estar tanto tiempo junto a ella. El recuerdo de cada segundo de aquellos veintiséis años le serviría para respirar en lo que le quedase de vida. 

Poco sabemos de cómo fueron los últimos momentos de los amantes. Tras la experiencia pasada se cuidaron muy mucho de no tener testigos en su despedida. Pero, por lo poco que sabemos de su historia, de sus respectivas maneras de ser, de su amor incondicional, podemos suponer que hubo muchas lágrimas y ninguna esperanza. 

Lo que sí conocemos son las últimas palabras que Hugo de Clare le dijo al niño Christian antes de partir a un futuro incierto. Hugo abrazó al niño, acarició con sus manos fuertes y cálidas la carita del pequeño, y con aquella sonrisa limpia que nunca le abandonó, le dijo: 

- Crece feliz, primo Christian. Hazte un buen hombre. Y nunca olvides el valor de la risa. 

Aquella fue la última vez que  Christian de Haverfordwest  recibió el afecto de lo más parecido a un padre que nunca tuvo. 



 Hugo de Clare se marchó sin mirar atrás. Sus pasos se pierden en la noche de la Historia. Hay quien afirma que encontró refugio en la casa de una de las hermanas de Lady Sarah, que había casado en Escocia. Otros, en cambio, lo situan como un viajero errante e incansable por los caminos de Europa, que vivía de las monedas que fondas y castillos le pagaban a cambio de su voz y sus versos. Hay incluso quien afirma que acabó sus días en una isla cercana a la costa africana, de tierras negras y alma tropical.
En todo caso, ninguno de sus escritos ha llegado a nosotros. Sólo el eco de su voz maravillosa a través de quien le conoció y quedó rendido ante el embrujo de su timbre maravilloso, de su sonrisa limpia, de su triste mirada evocadora de un amor perdido. Algún alma mezquina se dedicó a destruir a su muerte todos y cada uno de los escritos que plasmaron sus palabras. Aún así, el tiempo quiso vengarse de quien deseó relegarlo al olvido, pues en una carta que Lady Sarah envió a una de sus hermanas, conservada de generación en generación, nos han llegado los versos que, en susurros de su voz inolvidable, Hugo de Clare inventó para Sarah, para consolarla en las horas sin él:


"En la luz que se enreda en tus pestañas cada amanecer,
ahí estoy yo.
En la música que adormece tus oídos,
ahí estoy yo.
En la miel que endulza tus labios,
ahí estoy yo.
En la brisa del mar que acaricia tu piel,
ahí estoy yo.
En cada momento, en cada instante, en cada lugar,
como siempre y para siempre,
ahí estaré yo."

4 comentarios:

  1. Qué bonito, madame!
    Creo que vamos a echar de menos a este personaje, aunque aún nos queda Christian :)

    Feliz fin de semana.

    Bisous

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    1. Quizás que Hugo de Clare inteviniese en su vida hizo que nuestro Christian no estuviese del todo perdido para la causa, madame ji ji

      feliz inicio de semana
      Besos

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  2. ¡Me niego a creer que un amor así acabe perdido en el tiempo, aunque cuán cierto es que son estos amores trágicos los que marcan y definen los corazones de las almas románticas! ¿De veras se acabó todo para siempre para estos dos amantes? ¡Ooooooh, terrible, mi romanticismo innato acaba de doblegarse herido!

    Besos y muy buena entrega, milady. Ha de saber que me fascina su forma de narrar.

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    1. La vida no siempre es como la deseamos. Y desgraciadamente también fue así en el caso de Sarah y Hugo.

      Gracias por vuestras palabras. Aunque el mérito siempre es del que imagina leyendo. Feliz día del libro.
      Besos

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