domingo, 17 de febrero de 2013

LA CARTA.

Muchos de los acontecimientos de nuestras vidas permanecerán ocultos para las generaciones venideras. Nadie sabrá los verdaderos motivos de muchas de nuestras acciones, los sentimientos que albergamos ante determinadas decisiones, las opiniones reales que nunca nos atrevimos a confesar. Cuando nuestros amigos más íntimos, cuando nuestro confesor, cuando todos aquéllos que nos conocieron bien- o creyeron hacerlo- hayan desaparecido de este mundo, lo más sutil y oculto de nosotros mismos también lo hará. Aquéllos que nos sucedan en las andanzas por esta vida, sólo tendrán una visión muy parcial de lo que fueron nuestras existencias. Nuestros nietos creerán que nos casamos por amor, que nos divertimos en una fiesta famosa, que lloramos de pena ante el óbito de un rey. Nunca podrán siquiera imaginar la angustia interna que nos pesaba en el alma al despedirnos de un amante secreto, las veces que tuvimos que reprimir la lengua para no quedar en evidencia, el intenso alivio tras un momento de bochorno.
 
Tal vez ése sea el origen de la palabra escrita. Evitar que lo oculto lo sea para siempre. Al menos, en el caso de las andanzas de la familia de Neva de Noega lo escrito por ellos mismos desvela muchas razones que se escaparon a la mirada de sus contemporáneos. Si no hubiese sido por lo que escribieron ellos mismos, los verdaderos motivos de su comportamiento, que muchos tacharon de excéntrico, quedarían reducidos para la visión de las generaciones posteriores como los propios de una pandilla de locos adorables. Con una labor de hormiguita silenciosa, esta cronista ha intentado sacarlos del olvido. Explicar así que las rabietas de Neva no se debieron a un desequilibrio, sino a que adoraba a su esposo y no estaba dispuesta a compartirlo con nadie; que Eulalia no se desmayaba por delicadeza, sino a causa de aquellos profundos ojos negros que la seguían por los corredores de Saint Germain; que Gonzalo no era taciturno y distante, sino que guardaba un secreto oscuro; o que la bella Isabel, en la soledad de sus dependencias, también era capaz de llorar.  
 
 
 
 
 
Aun así, existen determinados acontecimientos que se empecinan en no salir a la luz. Pero existieron y tuvieron una razón conocida por alguien que se empeñó muy mucho en mantenerla oculta para siempre. Rastreando en diarios íntimos, en correspondecia de unos y otros, podemos alcanzar un poco de esa verdad oculta al mundo. Afirmar, por ejemplo, que Eulalia recibió una carta que la conmocionó durante un tiempo. Una carta enviada desde Portugal y de cuyo contenido, tras muchas luchas internas, sólo dio razón a su suegra Doña Mariana. Ésta, que escribía un diario íntimo en la lengua provenzal que le enseñara su madre, arrancó las páginas en que relata tales hechos. Las fechas que corresponden a las páginas arrancadas coinciden en el tiempo con un acontecimiento que, en su momento, pasó desapercibido y que afecta a la única persona de la que tenemos conocimiento que Eulalia podía recibir noticias desde Portugal.
 
En aquellos tiempos, la bella Isabel acababa de enviudar. Los paños negros cubrían los muebles y las ventanas permanecían cerradas en el bello palacio de colores frente al mar. Su hijo corría por los pasillos, ajeno a aquella primera ausencia que tanto influiría en su vida. Y la bella Isabel languidecía a ojos vista. Quienes la trataron en aquella época nos dejaron constancia de la lividez de aquélla su piel inmaculada resaltada por los ropajes negros. Pero, también dejaron plasmado que viajó durante un tiempo a su hogar, presa de una añoranza que nadie jamás le había conocido. Sin embargo, ni de las cartas de Neva, ni de los apuntes de Gonzalo, un par de niños ruidosos por entonces, se deduce que su hermana mayor volviera al hogar. Es más, Neva en sus memorias de anciana deja bien claro que nunca volvió a ver a su hermana desde el día en que partió para casarse con el portugués. ¿Dónde viajó la bella Isabel entonces? ¿Cuál fue el motivo de su ausencia de aquel palacio en la que se la quería y adoraba como una reina postiza? ¿Tuvo alguna relación tal hecho con la carta que Eulalia recibió y los hechos que su suegra dejó escritos y alguien se encargó de hacer desaparecer a su muerte?
 
Hasta ahora nos hemos movido en el plano de lo cierto. A ello habremos de unir, aunque sea por una vez, ciertos rumores que circularon calladamente por entonces para así poder dar algo de luz a este asunto.  Espero que sus protagonistas, desde sus tumbas frías, sean capaces de perdonar esta indiscreción nuestra ante secretos que tan afanosamente trataron de guardar.


4 comentarios:

  1. La palabra escrita es la mejor constancia de cualquier acto pasado.
    Personalmente me gustará estar al tanto de todos esos misteriosos acontecimientos en los que estaré encantada de curiosear.

    Un saludo milady.

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    1. La vida sería una poco menos plena sin esa palabra escrita.
      Espero que no os defrauden esos "misteriosos acontecimientos".

      un beso.

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  2. Encantador capítulo que nos has regalado hoy!

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