lunes, 3 de septiembre de 2012

PALABRAS CRUZADAS EN LA DISTANCIA.

La inmensa correspondencia entre los hermanos durante toda su vida ha hecho más fácil a esta cronista la tarea de bucear en su historia. Allí donde no llegan los escritos oficiales y los rumores transmitidos de generación en generación, se puede obtener información a través de las frecuentes misivas que Eulalia, Gonzalo y Neva se enviaron a través de los años. También se han encontrado de la propia Isabel, aunque ésta no era muy dada a plasmar sus emociones en papel. En su descargo, podemos añadir que se vio inmersa en tantas intrigas y variados escándalos que reflejar tales acontecimientos en una carta que pudiera caer en manos equivocadas, hubiera sido un acto de irreflexión por su parte. E Isabel, además de bella, siempre pudo presumir de no ser tonta.

La especial confianza que siempre demostraron los hermanos entre sí, nos permite poder conocer de primera mano, después de tantos siglos, lo que había en lo más hondo de sus corazones. A veces, sin embargo, habremos de suplir alguna ausencia con un poco de imaginación o completar las lagunas con pesquisas en otras fuentes de la época. Como en el romance- nunca probado- entre Neva de Noega y el músico del Norte. O determinadas noches salmantinas perdidas en el túnel de la memoria de Gonzalo. O alguno de esos desplantes sufridos por Eulalia de alguna dama parisina y que jamás quiso confesar, aunque se convirtieran en la comidilla de los mentideros de media Europa. Si bien, las cartas de Neva, salvo en determinadas cuestiones, son un fiel reflejo de su carácter apasionado y sus circunstancias vitales. Nunca fue mujer capaz de engañarse a sí misma y, en sus cartas, refleja los hechos tal cual los vivió, permitiendo obtener un conocimiento bastante cercano de lo que fue su manera de ser y su forma de ver el mundo. Leer esas cartas ha supuesto para esta cronista un verdadero placer. En ocasiones, incluso, el papel envejecido por el paso de los años parecía vibrar en nuestras manos. Hemos reído con Neva, hemos llorado con Neva, hemos amado con Neva, ya desde aquella primera carta enviada a Eulalia pocos días después de su matrimonio: 

"Mi adorada hermana: 

Al recibo de la presente imagino que madre ya te habrá hecho llegar noticias sobre mi casamiento. Te habrá escrito que todo fue según lo previsto, a pesar de los inconvenientes derivados del fallecimiento de mi verdadero prometido. También te habrá expresado que la acogida dispensada por estas gentes ha sido buena, y que el viaje hasta Gales sólo tuvo como percance los usuales malos vientos del Mar del Norte.  
Imagino también que arderás en deseos de conocer mi opinión sobre el asunto. No mantendré la intriga, hermana querida, a ti te lo expreso sin tapujos porque sé la importancia que le das a todo lo que me ocurre: soy feliz. Tan inmensamente feliz que casi no sé ni cómo expresarlo con palabras. No encuentro manera de describir lo que mi corazón siente desde el momento en que mi vida se unió a este hombre maravilloso. A veces se apodera de mí una especie de vértigo que amenaza con hacerme perder el equilibrio. A veces creo que despertaré de un sueño y me encontraré de nuevo en casa de padre, a la espera de que un hombre temible me despose. Pero, entonces le miro. Y veo que es real. Que Christian está aquí a mi lado. Que puedo acariciar sus manos y escuchar su voz profunda como el rumor del agua en lo más intrincado de un bosque. 
Soy tan feliz, hermana mía, que siento temor. Desearía que esta sensación jamás desapareciese, que este cosquilleo en el vientre cuando miro a mi esposo nunca deje de existir, que la mirada de Christian siempre sea capaz de acariciarme dulcemente en la distancia, que el mundo deje de existir en torno a nosotros cuando él me sonríe... ¡Ay, hermana, creo que me estoy perdiendo en un mar de palabras que no dicen nada! Supongo que es lo que los poetas describen con tanto acierto y mi pluma se niega a expresar.
Sólo puedo desear, desde lo más hondo de mi ser, que algún día encuentres un hombre que te haga sentir de esta manera. Da igual que en mi caso sea mi esposo, y le pueda sentir como propio, porque si Christian no hubiese sido el destinado a desposarme estoy segura de que le hubiese amado de la misma manera. Tan segura como sé cuál es mi mano derecha. Por eso, creo firmemente que tú también encontrarás a alguien que te permita conocer ese amor para el cual  tú siempre has afirmado no estar hecha. No conozco a nadie más digno de ser amado que tú, mi hermana querida. 

Dichosa, enamorada, siempre, siempre tuya.

                                                                                                                                                      N."



                                                                                                                                            

3 comentarios:

  1. Estem... me perdi la boda entre tantos parientes?

    ResponderEliminar
  2. Preciosa carta, madame. Yo creo que la pluma de Neva sí que acierta a expresar sus sentimientos como lo haría un poeta. Y nosotros queremos seguir siendo sus confidentes :)

    Feliz día

    Bisous

    ResponderEliminar
  3. Miedo me dan esas noches salmantinas perdidas en la memoria de Gonzalo ajjajajajaja

    Una carta hermosa, milady, en concordancia con la experiencia real de nuestra Neva. Siempre supe que Christian sería un caballero especial para ella, al fin y al cabo tanto amor por los libros y la cultura en general no podían menos que convertirle en un compañero enviable. Mejor al menos que uno de esos guerreros que invaden la alcoba de sus señoras solicitando que les calienten los pies mientras ellos mismos se presentan con el cabello sucio, revuelto y las barbas con las migas aún de su última cena jeje.

    Un saludo y siga usted dando rienda suelta a su pluma y a su fantasía. Resulta una cronista maravillosa.

    ResponderEliminar