jueves, 3 de mayo de 2012

DE CÓMO LA RISA VOLVIÓ AL CONDADO DE HAVERFORDWEST.

El panorama que Lord Balehead se encontró en los primeros tiempos de su viudez no podía ser más desolador: un castillo entristecido, un hijo tan metido en sí y tan enclenque que no anunciaba nada bueno, y unas gentes a su servicio que le temían y odiaban casi a partes iguales. De ser uno de los territorios más bulliciosos y añorados de todo Gales en los tiempos de esplendor de Lady Sarah, el condado de Haverfordwest pasó a ser un lugar sombrío, triste y del que los viajeros huían como de una tierra hechizada.
Christian pasaba sus horas entre libros, llorando sus penas a escondidas, tan callado que, al decir de su aya, hubo quien se olvidó de cómo sonaba su voz. Cuando no llovía se escondía por los bosques, desapareciendo durante horas, sin que nadie tuviese la más remota idea de a qué dedicaba su tiempo.



Lord Balehead podía pasarse días sin preguntar por su hijo. No le gustaba la manera que tenía de mirarle. Como si le tuviese miedo. Como si fuese uno más de esos sirvientes que aguantaban sus largas diatribas sin rechistar. Hubiera querido que su hijo fuese de otra manera, más aguerrido, con un carácter de mil demonios, como todos los hombres de su familia desde la noche de los tiempos. Pero tenía la sensibilidad de su madre, aunque con sus silencios taimados intentase evitar que la gente se percatase. Lord Balehead sabía que con tal carácter el mundo le haría sufrir. Nadie tiene compasión por los débiles. Si el cielo le hubiese concedido el don de la palabra, como a aquel Hugo de Clare al que su hijo tanto quería de niño, se lo hubiese dicho así. Pero Lord James de Balehead, conde de Haverfordwest, nunca supo de otros métodos de comunicación que no fuesen la orden y la espada. Esa era la manera en la que la familia sobrevivió en un territorio como Gales durante siglos, y así había de seguir siendo. Pero, en tal tarea no podía confiar en su hijo. En uno de estas meditaciones, quizás, fue cuando surgió en su mente la idea de tomar nueva esposa. Necesitaba a su lado a alguien joven, de raza aguerrida, que le diese hijos fuertes. Y así fue cómo, por esas casualidades del destino, en un viaje a Londres se enteró de que el conde de Noega tenía aún una hija por casar. La muchacha en cuestión aún no tenía la belleza que en su día enamoraría a tantos. Era aún una niña de trece años con fama de contestona y de no saber llevar una casa. Pero eso a Lord Balehead no le arredró. Él mismo tenía un parentesco lejano con la que fuera madre del conde de Noega, lo que garantizaba que las gotas de sangre galesa unidas a las astures que se mezclaban en la sangre de Neva, harían de la muchacha una mujer fuerte y fértil. Por otro lado, ninguna rebeldía acobardaba a Lord Balehead. Con el tiempo había desarrollado tan furibundo carácter que, desde la muerte de Lady Sarah, podía decirse que casi no se aguantaba ni él mismo.  
Neva de Noega, a la que nunca llegaría a conocer, sólo tenía trece años y era menuda com un pajarito. En aquel tiempo los rasgos de su rostro eran aún infantiles, pero sus maneras y su despierta inteligencia le daban un toque de persona adulta. Nadie podía adivinar la belleza en la que posteriormente se convertiría, pues era de esas niñas que nunca destacan entre sus hermanas y sólo el paso de la adolescencia les confiere el toque atrayente de esa belleza llamada a durar hasta la vejez. Los que la conocieron dicen que Neva fue guapa de repente con veinte años, y después esa guapura peculiar la acompañó para siempre. 

 En todo caso, por lo que las gentes del lugar la recordarían para siempre fue por su risa. Poseía una carcajada fácil y espontánea, y llegó a Gales en un momento en el que su edad la hacía reirse por todo. Eso fue algo que todo el mundo le agradeció durante su vida. Su llegada sorprendió a las gentes de Haverfordwest con el peso de varios lutos superpuestos, un nuevo joven señor que parecía no valer para nada, y la leyenda amarga de un romance frustrado en el aire que impedía florecer a la alegría.
Neva fue un golpe de aire fresco. Con su apariencia de gorrión inquieto, sus ansias de agradar y su acento de otras tierras, se ganó el corazón de todos. Desde Christian, que pasó de hijastro potencial a rendido esposo en pocos minutos, a todos y cada uno de los habitantes de aquel señorío que habían tenido que acostumbrarse a vivir entre sombras. 
Con Neva de Noega, como gustaba de afirmar la aya de Christian, volvió a salir el sol.

5 comentarios:

  1. Vaya, pero si ya tenemos aquí a Neva de Noega! Y además parece ser que era contestona, jiji. No me diga! Un bellísimo capítulo. La cosa se queda a punto de caramelo, madame :)

    Buenas noches

    Bisous

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    1. Ya ve, madame, que los defectos que nos achacan en la niñez nos ayudan a hacer frente a nuestra vida adulta. El carácter de Neva sin duda que la ayudó, ¡cómo convivir con semejante esposo sin cierto grado de "contestonería"!
      Buen fin de semana
      besos.

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  2. Permítame decirle que ese caracter sombrío y taciturno que tanto censura nuestro lord hace de Christian un caballero de lo más interesante, al menos bajo mi punto de vista siempre cargado de romanticismo. El que no supiera manejar la espada ni resultara un patán embrutecido puede que no resultara práctico en aquellos tiempos, pero personalmente prefiero un caballero que sepa citar al menos un romance cortés o una fábula romántica que otro que lleve varias cabezas ensartadas en el filo de su espada.

    Me encanta la aparición de esta nueva dama que ha llevado el sol a un territorio apagado. Será interesante conocer su historia.

    Un saludo y buen fin de semana.

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  3. Tenéis toda la razón. ¡Qué maravilla poder encontrarnos en nuestro camino con personas algo complicadas cuyos secretos podamos ir desentrañando! Eso es la sal de la vida. Veremos si a Neva no le falla nunca la paciencia con tal esposo.

    Un beso y buen fin de semana.

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  4. Por fin he logrado recuperar el link despues de haber leido los primeros capitulos asi que ahora me toca ponerme a tono y leerme todo de un tiron. que bueno!!! informo luego de la panzada de lectura. Alyx

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