martes, 25 de febrero de 2014

CON TINTA FRESCA.

Sabe esta cronista, en tanto que es una verdad universalmente conocida, que una excusa no reclamada constituye una confesión manifiesta. Pese a ello, no puede más que pedir disculpas ante aquellos cuyo corazón se haya quedado en vilo con la interrupción de la historia en un punto en el que el giro de los acontecimientos nos lleva a conocer íntimamente a un hombre al que, a buen seguro, muchos comprenderán y amarán sin remedio.
 
Las vicisitudes en la vida personal de esta cronista le han hecho imposible continuar la historia en los meses pasados. No es tiempo ni modo de narrar mis desventuras y pasiones. Nadie es libre del amor y sus influjos, ni de las locuras que nos hace cometer, ni de las decisiones que nos obliga a adoptar. Para bien o para mal. Pero, ya digo,  no corresponde a esta crónica el contenido de tales tribulaciones propias. Al menos, de momento. Pues, como muchos sospecharán, las vidas narradas y la vida del narrador en ocasiones confluyen peligrosamente.
 
En fin, pasados los acontecimientos, despejados los caminos de la nieve que impedía el viaje para la adquisición de tinta para mi pluma (a veces también la climatología se confabula con el resto de acontecimientos), me dispongo a retomar sin dilación la historia en el punto abandonado, con el ruego de que, si bien no perdonen la ausencia de la cronista, sean piadosos empero con la historia que se les narra.